El ciclismo tiene situaciones realmente particulares e inesperadas. El sábado 25 de febrero, en el barrio 20 de julio, Luisa Fernanda Naranjo Henao saltó del grupo sin pensar en qué pudiese pasar entre sus rivales. Si aceleraban para acabar con su intento. Si le darían un poco de libertad para la exhibición. O si, en su defecto, la mirarían con extrañeza y desdén por lanzarse en la cuarta vuelta de 20 que había que darle al circuito que acogió los nacionales de ruta.
Quizá todo eso haya invadido su cabeza, pero no en el momento de asumir un riesgo tan osado como ilógico, pues bien se sabe que los aspirantes guardan energía y se miran metódicamente para ganar una carrera de un día. Cada kilómetro es materia de estudio. Pero la mente de Luisa estuvo en blanco y segada por el propósito de hacer algo distinto para acabar con la frustración de haberse preparado con alma y vida para una contrarreloj, en la que ni siquiera estuvo cerca de subirse al podio. “Había entrenado mucho para esa prueba, estaba muy aburrida por lo que me pasó, por eso el título en la ruta fue una sorpresa para mí y para mi familia”.
Fue la justificación a su osadía, sin saber que al final de los casi 100 kilómetros lograría lo que se había propuesto para la prueba contra el cronómetro. La caldense coronó un esfuerzo supremo, uno más de tantos que le ha implicado sacar adelante su promisoria carrera deportiva.
Antes de brillar como ciclista, Luisa fue una talentosa triatleta que vivió bajo la sombra de un entrenador que no creía en sus virtudes. “Usted no es nadie, es muy mala. Usted no anda”, le dijo aquel hombre sin argumentación ni fundamentos. “Incluso tuve que pelear en la secretaría de deportes para que me llevaran a los Juegos Nacionales de 2012”, recuerda.
Aquella disputa acabó con su inclusión en la nómina y con un bronce inesperado a los 17 años con la categoría élite. “A mí me iba muy bien. Estuve en la selección Colombia en mis cuatro años de juvenil. Pero preferí la tranquilidad que seguir así”.
Cerró su ciclo sin guardar recuerdos ni rencores. No le interesaba tener registros de algo que pudo ser y al final no fue. Solo cuenta con la fotografía en la que se ve esbelta y con porte de atleta durante el certamen disputado en Santander de Quilichao. Después de esa carrera eligió la paz consigo y no un camino tortuoso para demostrar lo que todos sabían que tenía. Y así, tal como saltó del lote para armar una fuga insólita en el sur de Bogotá, se alejó de la natación y el atletismo, más no de la bicicleta.
En el ciclismo encontró a Fernando Gutiérrez Rivas, el guía que creyó en sus condiciones, un polo completamente opuesto al entonces seleccionador caldense de Triatlón. “Fernando me conoce desde hace mucho, pero empezamos a trabajar con dedicación desde 2013”, contó la ciclista que al año siguiente y contra todo pronóstico, se consagró subcampeona del Tour Femenino, siendo superada por la experiencia de Ana Cristina Sanabria.
“Acá (en Manizales) me decían que la idea era ir a terminar porque era mi primer año en la élite. Pero yo siempre pensaba en ganar y quedé muy sorprendida por estar ahí, pues ser subcampeona de un Tour Femenino no es fácil”, afirmó la caldense, atleta versátil que ha aprendido a encontrarle el gusto a lo impredecible.
Solo la temporada pasada cayó en un bache por sus compromisos en la Universidad Autónoma de Manizales, donde cursa décimo semestre de fisioterapia, inspirada en las lecciones de Juan Carlos Guzmán, fisioterapeuta del Once Caldas. “Finalizo la carrera en mayo, ya es hacer un último esfuerzo para dedicarme de lleno a la bicicleta”, asegura la ciclista que lucirá el tricolor nacional durante toda la temporada.
“Ha sido muy gratificante y muy bonito, pero también ha sido difícil pues aunque en la universidad me hayan hecho el reconocimiento, sigo siendo una estudiante y debo cumplir con horarios y trabajos. Ser campeona nacional es muy grande, pero para la institución seguiré siendo Luisa Naranjo la estudiante de fisioterapia”.
Ante la coyuntura de su situación, las soluciones han sido cautelares, pero siempre pensando en ser una atleta competitiva, porque detrás de la mujer soñadora, sonriente y comprometida se esconde una competidora voraz y con el temple suficiente para plantearse logros que para otros resultan indescifrables. Por eso observa en el horizonte dos objetivos de factura: correr en Europa y ser una de las representantes colombianas en los Juegos Olímpicos Tokio 2020.
“Hablé mucho con mis papás y ellos me prometieron que apenas acabara la universidad me iban a regalar un año de solo ciclismo. Y acordamos que si las cosas se daban y tenía las condiciones para correr en otro país, sin pensarlo me voy en el primer avión que me lleve a Europa. Ese es mi sueño, quiero estar entre las grandes del mundo”, dijo sin desviarse del camino a la olimpiada.
“Yo sé que llegar a unos olímpicos no es nada fácil, pero tampoco es imposible… sé que voy a llorar, que me voy a caer, que me darán ganas de mandar todo a la basura, pero son más grandes las ganas de llegar a una olimpiada que las dificultades que encuentre en el camino”.
FOTOS: CORTESÍA EDER GARCÉS – FEDECICLISMO