Pocas personas en el país sabían de la existencia de Iván Ramiro Sosa, un joven escalador nacido en Pasca, en los alrededores de Fusagasugá, la tierra del mítico Lucho Herrera. Y conocían poco de su talento porque nunca había competido en las categorías menores del lote nacional. No tuvo la oportunidad de hacer ese proceso continuo con equipos nacionales o en representación de su departamento, que históricamente y debido a la dureza de su geografía ha exportado al mundo corredores de clase en la alta montaña.
Sosa, como todos los talentos que rompen las reglas, apareció en la Vuelta del Porvenir a finales del 2015 defiendo los colores de Canapro. Era su estreno en el lote juvenil enfrentando a los mejores del país. Algunos entrenadores ya tenían una referencia importante: en El Romeral, un puerto de 9 kilómetros con rampas de hasta el 16%, superó con facilidad pasmosa a varios de sus contrincantes. De ahí que temieran por una sorpresa en la etapa reina con llegada al alto del Crucero en Sogamoso (Boyacá), un ascenso que sobrepasa los 3000 metros sobre el nivel del mar.
Los pronósticos se cumplieron, ganó con 27 segundos sobre su escolta y entró en escena. Fue sexto en la general final, pero sus condiciones de escalador quedaron patentes, tanto que recibió la oferta del equipo italiano Maltinti Lampadari para empezar un nuevo proceso en el ciclismo europeo.
En Italia tampoco conocían de su existencia, pero Sosa, corredor irreverente, no tardó en dar el primer campanazo en la tercera edición del Trofeo San Leonino, carrera con final en ascenso que probó las piernas del colombiano, quien dictó cátedra llegando a la cima, pero que producto de su inocencia pecó al levantar los brazos antes de cruzar la meta y fue rebasado por Francesco Romano.
“Me sentí seguro de ganar pero la ansiedad me jugó una mala pasada”, le contó Sosa a Ciclismoweb Sudamérica. “Me queda la espinita para seguirle dando más duro y encontrar una próxima oportunidad”, agregó el cundinamarqués de 19 años.
“En las primeras carreras me sentí bien, pues en todas he estado entre los 30 primeros. En el plan (llano) sufría mucho, pero poco a poco y entrenando a mayor intensidad fui mejorando, y pues gracias a Dios ya me he acostumbrado al ritmo”, afirma el corredor que además tuvo que superar otro obstáculo en el lote.
“Al comienzo fue duro estar fuera de casa, pero poco a poco uno se acostumbra y ya se hace normal. Acá las personas son civilizadas en la vida cotidiana, porque en carrera la mayoría de ciclistas son muy alzados. Pero apenas ven que un corre bien ya no molestan casi”, cuenta con un sonrisa recordando algunos impases propios de cualquier carrera.
“Aprendí del error, pero para las próximas carreras seguiremos estando ahí y dando la pelea”, advierte.
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